En México existen alrededor de 2,526 plantas de tratamiento de aguas servidas municipales, y 52.9% utilizan tratamiento secundario de lodos activados, que consiste en la remoción de residuos sólidos, oxidación biológica, sedimentación y desinfección con cloro. La desinfección se realiza con cloro gaseoso, hipoclorito de sodio o hipoclorito de calcio. El cloro reacciona con el agua formando ácido clorhídrico e hipocloroso; ambas son sustancias corrosivas que dañan la integridad de las células, las enzimas y los ácidos nucleicos.
Las plantas de tratamiento de aguas residuales se construyen para proteger el medio ambiente de varios contaminantes. Sin embargo, siguen siendo una de las principales fuentes de contaminación de los cuerpos de agua. Las aguas residuales tratadas contienen cosméticos, productos farmacéuticos, pesticidas y otras sustancias. Es una mezcla compleja de varios compuestos que alteran la fisiología de los organismos acuáticos. además, estos compuestos reaccionan con el ácido clorhídrico e hipocloroso utilizados en la desinfección formando nuevas sustancias que pueden ser más tóxicas.
Aguas abajo de las plantas de tratamiento, estos compuestos, que pueden acumularse en la cadena alimentaria, amenazan los niveles tróficos superiores, incluidos los humanos, a través del consumo de crustáceos y peces.
Los embriones de peces son sensibles a las sustancias tóxicas y se utilizan como herramienta de prueba para la evaluación toxicológica. El uso de embriones de pez cebra es beneficioso por sus características como tamaño pequeño, transparencia y rápido desarrollo, su ontogenia y las herramientas de biología molecular desarrolladas para su estudio permiten vislumbrar los efectos de las toxinas encontradas en el medio ambiente.
La finalidad del presente estudio es exponer embriones de pez cebra a aguas residuales tratadas para evaluar su toxicidad aguda y crónica, y así predecir los daños potenciales en los cuerpos de agua que reciben aguas residuales tratadas.